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Morena y el reto de la ética interna: un paso hacia la institucionalización del movimiento

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La presidenta nacional de Morena, Luisa María Alcalde, ha puesto sobre la mesa un tema que, aunque incómodo para algunos, resulta crucial para el futuro del partido: la necesidad de reglas claras, unidad interna y una ética política que vaya más allá del discurso. En su anuncio reciente, Alcalde confirmó que a inicios de mayo se convocará al Consejo Nacional del partido para establecer lineamientos que regulen la conducta de sus militantes, las candidaturas y, sobre todo, para prevenir prácticas como el nepotismo, de cara a las elecciones intermedias de 2027.

Esta decisión no es menor. Morena, que surgió como un movimiento antisistémico y de ruptura con las prácticas del viejo régimen, enfrenta ahora el reto de institucionalizarse sin perder su identidad. Con una estructura nacional sólida, gobiernos locales en buena parte del país y la presidencia de la República en sus manos, Morena está obligado a mirar hacia adentro. ¿Puede seguir siendo un partido-movimiento sin caer en los vicios del poder que tanto criticó?

El peso simbólico de una carta presidencial

Uno de los elementos más significativos del anuncio es la expectativa de recibir una carta de la presidenta Claudia Sheinbaum, que servirá como guía para la definición de principios éticos y políticos. Este gesto no solo reforzará la verticalidad del liderazgo presidencial dentro del partido, sino que también pondrá a prueba la capacidad de Morena para traducir ese mensaje en normas y prácticas concretas.

En otras palabras, el liderazgo de Sheinbaum podría consolidarse no solo en el gobierno, sino también al interior de su partido, a través de una narrativa que apele a la ética, la transparencia y la disciplina partidista.

Nepotismo y candidaturas: el terreno más sensible

El planteamiento de prohibir que familiares de funcionarios o figuras relevantes aparezcan en las boletas electorales de 2027 —aunque la ley no lo exige hasta 2030— es una señal fuerte de que Morena busca diferenciarse del clientelismo y la herencia política que caracterizó a partidos tradicionales. Pero la propuesta también abre un frente de tensión: ¿hasta dónde podrá o querrá Morena aplicar esta regla de manera uniforme? ¿Qué ocurrirá con los liderazgos locales que ya han construido redes familiares dentro de las estructuras de poder?

Es, sin duda, un terreno sensible que pondrá a prueba tanto la voluntad política como la capacidad de vigilancia de la Comisión de Honestidad y Justicia, llamada a jugar un papel central en este nuevo diseño normativo.

La unidad no solo como discurso

Alcalde subrayó que “la unidad pasa por reglas claras del juego”, una frase que delata una autocrítica implícita. Morena ha vivido tensiones internas, fracturas territoriales y disputas por candidaturas que han debilitado en ocasiones su cohesión. Formalizar mecanismos de resolución de conflictos y establecer códigos de ética son pasos hacia una mayor institucionalidad, pero también podrían generar resistencias entre quienes se beneficiaban del desorden.

En este sentido, la unidad que plantea Alcalde no es solo un llamado a la lealtad, sino una apuesta por convertir a Morena en un partido más estructurado, capaz de sostenerse en el tiempo sin depender exclusivamente del liderazgo presidencial.

¿Durango y Veracruz como laboratorio político?

Más allá del plano ético, la dirigente nacional también se mostró confiada en el fortalecimiento electoral de Morena en estados como Durango y Veracruz, donde ya se han definido alianzas estratégicas. Estas elecciones locales podrían servir como ensayo general para el nuevo enfoque del partido: candidaturas que respondan a criterios éticos, alianzas pragmáticas y una narrativa unificadora.

Conclusión

El anuncio de Luisa María Alcalde marca un punto de inflexión para Morena. Si bien aún está por verse cuán profundas serán las reformas internas y si podrán aplicarse sin fracturas, el simple hecho de poner sobre la mesa temas como la ética, el nepotismo y la unidad con reglas claras, señala una intención de evolución. Morena está dejando de ser solo un movimiento de masas para convertirse en una fuerza política institucionalizada. El gran reto será hacerlo sin traicionar sus principios fundacionales.

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