El asesinato de Enrique «Kiki» Camarena en 1985 marcó un antes y un después en la lucha contra el narcotráfico. Su muerte, oficialmente atribuida al Cártel de Guadalajara, ha sido también objeto de múltiples teorías que apuntan a la posible implicación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). A casi cuatro décadas del crimen, la pregunta sigue en el aire: ¿Fue Camarena asesinado solo por el narcotráfico, o descubrió algo que no debía saber?
La narrativa oficial sostiene que Camarena fue secuestrado y brutalmente torturado por órdenes de los líderes del Cártel de Guadalajara, como represalia por los operativos que llevó a cabo la DEA en su contra. Sin embargo, diversas investigaciones periodísticas y testimonios de exagentes han sembrado dudas sobre la versión gubernamental.
Uno de los aspectos más inquietantes es la supuesta participación de funcionarios mexicanos en la captura del agente de la DEA. Testimonios sugieren que altos mandos de la policía actuaron en connivencia con los narcotraficantes, lo que indica un nivel de corrupción institucional que va más allá de simples sobornos.
Además, algunos informes apuntan a que la tortura de Camarena fue meticulosamente grabada, lo que ha llevado a especulaciones sobre quién tenía interés en documentar su sufrimiento. ¿Se trataba solo del cartel o había actores externos con objetivos aún más oscuros?
Desde hace años, ha circulado la hipótesis de que Camarena descubrió que la CIA estaba utilizando a los cárteles mexicanos para financiar operaciones encubiertas en Centroamérica, particularmente a los Contras en Nicaragua. La idea de que una agencia de inteligencia estadounidense pudo haber colaborado con narcotraficantes no es descabellada, considerando antecedentes como el escándalo Irán-Contra, donde se demostró que el gobierno de Estados Unidos facilitó la venta de armas a cambio de financiamiento para grupos rebeldes.
El exagente de la DEA Héctor Berrellez ha afirmado en múltiples ocasiones que la CIA estuvo involucrada en el asesinato de Camarena. Según su testimonio, agentes de la inteligencia estadounidense permitieron que el cartel torturara a Camarena para obtener información sobre las operaciones antidrogas de la DEA. Incluso se ha mencionado la posible participación de Félix Ismael Rodríguez, un veterano de la CIA con vínculos en América Latina.
Existen registros que sugieren que la CIA tenía un conocimiento detallado de las operaciones del Cártel de Guadalajara y que ciertos sectores dentro de la agencia preferían mantener el flujo de drogas como una forma de recaudar fondos sin pasar por los mecanismos oficiales del gobierno estadounidense. Si Camarena se convirtió en una amenaza para estos intereses, su destino pudo haber sido sellado mucho antes de su secuestro.
En los años 80, Chihuahua era una de las principales rutas de trasiego de droga hacia Estados Unidos.
Uno de los golpes más significativos contra el narcotráfico en México ocurrió en noviembre de 1984, cuando la DEA y el Ejército Mexicano descubrieron y destruyeron el rancho El Búfalo en el estado de Chihuahua. Este rancho, operado por el Cártel de Guadalajara, era un enorme centro de producción de marihuana que generaba millones de dólares en ganancias. Se estima que la quema de los cultivos representó una pérdida de hasta 8 mil millones de dólares para el cartel.
Muchos investigadores creen que este operativo fue el detonante del asesinato de Camarena. Su participación en la localización y denuncia de El Búfalo lo convirtió en un objetivo para el cartel y sus aliados corruptos dentro del gobierno. La magnitud del decomiso no solo afectó a los narcotraficantes, sino que pudo haber perjudicado también a quienes dentro de agencias gubernamentales estadounidenses y mexicanas se beneficiaban del tráfico de drogas.
Testimonios señalan que agentes del Cártel de Guadalajara operaban en Chihuahua con la complicidad de autoridades locales y federales. Se ha documentado que la CIA tenía presencia en la región, supervisando operaciones encubiertas relacionadas con el financiamiento de la lucha contra los movimientos insurgentes en Centroamérica. De hecho, algunos informes sugieren que reuniones estratégicas entre narcotraficantes y funcionarios de inteligencia ocurrieron en esta zona, convirtiendo a Chihuahua en un punto neurálgico dentro de esta red de conspiraciones.
La conexión de Chihuahua con el caso Camarena es relevante porque muestra que el asesinato del agente no fue un hecho aislado en Guadalajara, sino parte de una estructura mucho más compleja que involucraba distintas regiones del país y actores de alto nivel.
Si bien algunos responsables del asesinato de Camarena han sido capturados y extraditados a Estados Unidos, la sensación de impunidad persiste. La extradición reciente de Rafael Caro Quintero, uno de los principales acusados, es un paso importante, pero no responde a todas las interrogantes. Si la CIA tuvo un papel en la muerte de Camarena, ¿por qué no ha habido una investigación exhaustiva sobre estos señalamientos?
Otro punto a considerar es el papel de los testigos clave. Varios individuos que han intentado arrojar luz sobre el caso han terminado muertos en circunstancias sospechosas o han sido desacreditados sistemáticamente. Este patrón sugiere que hay fuerzas poderosas interesadas en que la verdad nunca salga a la luz.
Más allá de la tragedia individual, el caso de Camarena expone la brutalidad del narcotráfico, pero también las sombras de la geopolítica y el espionaje. Si el narcotráfico y el gobierno estadounidense estuvieron realmente entrelazados en la década de 1980, esto plantea preguntas inquietantes sobre el alcance del poder de la CIA y su falta de supervisión efectiva.
Mientras los gobiernos sigan protegiendo sus propios intereses y ocultando información, la justicia para Camarena seguirá siendo una deuda pendiente. Y si su muerte fue parte de un juego geopolítico más grande, su sacrificio solo confirma que la lucha contra el narcotráfico ha estado, en muchas ocasiones, subordinada a intereses que poco tienen que ver con la justicia.
