CDJ y México en la frontera de la negociación. Crónica de una amenaza anunciada

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El presidente de los Estados Unidos de Norteamérica Donald Trump, amenazó a sus principales socios comerciales México y Canadá, con imponerles aranceles de hasta un 25% a sus productos si no llevaban a cabo los caprichos del mandatario estadounidense. Según el convicto, el país vecino, en este caso México, es demasiado laxo con el control de sus fronteras, lo que permite la entrada masiva de migrantes a Estados Unidos provenientes de países de centro y sudamerica principalmente y peor aun el tráfico de fentanilo, un potentísimo opioide causante de miles de sobredosis al año.

Para el hoy Presidente, el migrante hoy en día en Estados Unidos es sinónimo de delincuente. De poco sirve que todos los datos sobre la aportación de los migrantes a la economía estadounidense lo contradigan. Trump aprobó los gravámenes el sábado 1 de febrero y desató un terremoto político internacional que amenazaba con provocar también una sacudida a la economía mundial que, para México, probablemente habría significado una grave recesión. Por su parte la mandataria mexicana de origen hebreo Claudia Sheinbaum, tiró de todo su poder de convocatoria apelando al nacionalismo mexicano y logrando paralizar la entrada en vigor de los impuestos este lunes.

La President (a) ganó un mes de plazo, hasta el 4 de marzo, para continuar negociando con Trump; para demostrar que puede tener un control más férreo sobre su parte de frontera, una porosa línea de más de 3.000 kilómetros que recorre seis Estados mexicanos que incluyen algunas de las regiones más calientes en términos de violencia en los últimos 20 años: Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.

A cambio, la Presidenta ha tenido que militarizar la línea fronteriza, una medida que ya se vio obligado a tomar su predecesor y mentor político, Andrés Manuel López Obrador, también por exigencias duranteel primer mandato de Donald Trump en Estados Unidos.

Sheinbaum ha enviado nada menos que a 10 mil militares a la frontera norte dispersados con la promesa de que actuarán como una especia de muro de contención contra la migración irregular, el tráfico de fentanilo, una de las grandes preocupaciones de la Casa Blanca y sobre todo y principalmente de el electorado estadounidense. Los militares, principalmente efectivos del Ejército y la Guardia Nacional, reubicados desde distintos Estados de México, se han repartido en 18 municipios. “Es un despliegue que no deja sin seguridad al resto del país, estamos hablando de 120.000 elementos de la Guardia Nacional [en toda la nación], que sepan que no es que estamos dejando descubiertos los Estados de la República, sino una reorientación de las fuerzas”, aclaró la presidenta. Así ha sido el reparto de militares, de acuerdo con fuentes federales logrando así ser el primer país bajo la amenaza del imperio en controlar una amenaza anunciada.

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